[A propósito de Crítica literaria (Tomo 1 de las Obras completas), Colección/Biblioteca Alfredo Terzaga, Río Cuarto: UniRío Editora, 444 páginas].
Con un nota introductoria del editor, José Di Marco, y un sólido y minucioso estudio preliminar de Luis Ignacio García, se acaba de publicar Crítica literaria, el Tomo 1 con el cual la editorial UniRío inaugura la Biblioteca Alfredo Terzaga dedicada a poner en circulación las Obras Completas del intelectual riocuartense nacido en 1920 y fallecido tempranamente en la capital provincial en 1974. Instalado desde fines de la década de 1930 en la ciudad de Córdoba, Terzaga desarrolló una intensa actividad intelectual en el campo de la política (militando en las filas de izquierda nacional), hizo aportes relevantes a la historiografía argentina y latinoamericana y escribió con solvencia sobre artes plásticas y la literatura. Docente, periodista, conferencista, traductor, editor, animador cultural y militante, Terzaga ofrece el perfil del intelectual que, sin pasar por la academia, piensa y actúa animado por la pasión de transformar el mundo que habita.
El Tomo 1 reúne principalmente trabajos de crítica literaria que Terzaga preparó para la publicación de libros de poesía en la colección “Campana de Fuego” (de Editorial Assandri en la década de 1950). Traducidos y anotadas profusamente por el propio Terzaga del francés y del alemán, la colección dirigida por el intelectual riocuartense publicó textos del canon literario del romanticismo alemán y del simbolismo francés: Himnos a la noche, Cantos y La crisis de la cristiandad o Europa, de Novalis y las Iluminaciones de J. A. Rimbaud, entre las obras más importantes. Terzaga también tradujo y preparó la introducción de las Elegías de Duino y de Sonetos a Orfeo, de R. M. Rilke. Junto a estos paratextos y las notas a la traducción, el mismo volumen reúne notas periodísticas y conferencias que Terzaga produjo paralelamente a su labor editorial sobre la corriente romántica y simbolista. En esa línea se cuentan otras notas sobre Novalis como por ejemplo “Novalis y la poesía absoluta”, publicada en 1952 en la revista Sur de Victoria Ocampo, y la conferencia “Goethe: la euforia terrenal”, pronunciada en la SADE de Río Cuarto en 1970. La sección sobre los escritores de expresión alemana se completa con trabajos de crítica sobre autores marginales del movimiento romántico (lo que demuestra la amplitud del universo cultural de Terzaga) como Heinrich Von Kleist (una reseña de Pentesilea, aparecida en la Revista Sur, 1954) y escritores posteriores como el austríaco Hermann Broch (una crítica de La muerte de Virgilio, aparecida en la Revista Crisis en 1970).
La sección sobre los autores franceses incluye, además de las notas y las traducciones sobre Rimbaud, una intervención de Terzaga en un debate sobre la verdadera gravitación del autor de Una temporada en el infierno durante la Comuna de París. Al hilo de esta discusión se pueden leer sendas notas sobre otros poetas de la constelación simbolista: “El centenario del monstruo Isidoro Ducasse: Conde de Lautrémont” y “Baudelaire, romántico y moderno”, publicadas en 1972 en la Revista Cultural, RW1 Radio Universidad Nacional de Córdoba. Asimismo, el interés y la amplitud del conocimiento de Terzaga sobre la literatura francesa queda plasmado en sus ensayos “La inteligencia y la nada: Paul Valéry” y “El poder de la memoria: Marcel Proust”, de 1971.
Una tercera sección del libro recoge notas y ensayos vinculados a la literatura argentina: sobre Luis de Tejeda, el primer poeta de Córdoba; sobre la literatura gauchesca y José Hernández; sobre la Generación del ‘80 y Lucio V. Mansilla; sobre Leopoldo Lugones y un libro que Leonardo Castellani le dedicó al poeta de Lunario sentimental. Finalmente el volumen recoge algunas notas sobre la función de la lectura en la sociedad (“La ficción y la evasión” y “Leer o vivir”, de 1970) y sobre el lugar del intelectual en el mundo cultural: “Encrucijada de la cultura” (1946) y “Una fe a cualquier precio” (1947). Es posible leer en estos textos la formulación temprana de un núcleo de ideas que explica la pasión por lo diverso y la ambición integradora que singulariza el pensamiento de Terzaga. En estos textos de 1946 y 1947 el pensador riocuartense bosqueja un escenario global de crisis total, al “filo de la era atómica”, teniendo en cuenta que fue por esos medios que se le dio un fin a la Segunda Guerra Mundial, meses antes de la publicación de estos textos en la revista Crisis. En ese marco, Terzaga denuncia con desesperada lucidez las actitudes de ingenuidad, aquiescencia y ceguera de los principales intelectuales del momento. Ortega y Gasset, por ejemplo, no parece dimensionar la magnitud del daño causado por la guerra y afirma que ésta no puede destruir la cultura, la cual según él saldrá indemne de los embates del fascismo y el nazismo. Thomas Mann, por su parte, discurre en Contrapunto sobre la “panacea del pacifismo y el budismo”, mostrando, al igual que otros literatos de primera línea, una “ceguera política” alarmante. Contra los intelectuales de derecha, los reaccionarios y los reformistas, Terzaga busca definir y contraponerles una actitud revolucionaria. La misma se define en oposición a las “sabidurías particulares” y encuentra su razón de ser en “las tendencias integradoras” que él propugna. Dice: “En el pleno significado, la crisis ha incubado ya sus soluciones, superando el racionalismo positivista del siglo pasado, prefigurando una imagen del hombre de mañana que puede adivinarse en las tendencias integradoras que revalorizan lo instintivo y lo irracional en las ciencias filosóficas, en las artes y en la literatura” (p. 433). Este pensamiento está en la base y justifica el interés sostenido de Terzaga en el romanticismo y el simbolismo. Sobre el primero, realiza una lectura a contrapelo del movimiento que había acotado al romanticismo a una mera expresión lírica sentimental y subjetivista. En los poetas-filósofos de Jena (Novalis, Hölderlin, los hermanos Schlegel), Terzaga rastreó la voluntad de Sistema y el esfuerzo por restituir la posibilidad de emergencia de lo Absoluto luego de la declinación de la onto-teología frente a la operación del criticismo kantiano. Como lo demuestra en detalle en su estudio preliminar Luis García, Terzaga hizo una lectura sólo comparable a la de Walter Benjamin y a la de Maurice Blanchot para poner al romanticismo-simbolismo en el centro de la experiencia de la modernidad. Esa voluntad integradora es la que explica el esfuerzo exegético que hace Terzaga para poner en evidencia cuál es el real aporte de Rimbaud, el poeta que, merced a un movimiento des-subjetivante (los sentidos “desarreglados” y el sí mismo como “otro”) puede crear el espacio para la emergencia de “lo de abajo”, lo instintivo y lo irracional, de manera “objetiva”. Así sintetiza este aspecto del pensamiento de Terzaga Luis García en su estudio: “el romanticismo, entonces, como el laboratorio contradictorio donde poner en juego la experiencia de una tensión entre el irreductible subjetivismo moderno (que sin dudas cuenta al romanticismo como uno de sus momentos más intensos ) y la búsqueda constructiva de una objetividad posible (que resta como latecia en la divergencia originaria del propio romanticismo)” (p. 24). La presentación de García no rehuye la precisión técnico-filosófica que Terzaga exige y que el lector puede recorrer con la demora requerida y que excede los alcances de esta presentación.
La nota “Encrucijada de la cultura” es del mismo año que la célebre conferencia de Martin Heidegger “Y para qué poetas en tiempos de miseria”. La coincidencia entre las dos intervenciones no es sólo cronológica. Si bien el trabajo del filósofo alemán tiene como punto de partida el homenaje a Rilke (1875-1926) por el vigésimo aniversario de su muerte, se trasunta en él la atmósfera opresiva de la inmediata posguerra que está aludida Terzaga como la “era atómica”. Heidegger habla del presente como un tiempo de “sufrimientos”, de “un dolor sin nombre”, “de una ausencia de paz en constante crecimiento”. De un modo análogo al que lo hace Terzaga, Heidegger plantea la necesidad de un cambio “de raíz” (aunque en su léxico no esté presente la idea de revolución) para salir de la crisis y también busca en la poesía, en la línea que va de Hölderling a Rilke, la clave de futuros posible para superar una era dominada por lo material (es notable el paralelismo entre ambos pensadores alrededor del tema de una sociedad que se vuelva materialista y consumidora).
Para terminar podemos señalar otra coincidencia que la publicación del libro de Terzaga viene a propiciar y que tiene a Heidegger como punto de enlace. Recientemente las editoriales Caterva, Meridión, la editorial de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC y UniRío se unieron para publicar el importante volumen Escritos escogidos. Artículos, manifiestos, textos polémicos, Tomo I [1916-1943], del filósofo cordobés Carlos Astrada (1894-1970). Contemporáneo de Terzaga y discípulo directo de Heidegger, Astrada tuvo una importancia capital en la introducción de la filosofía alemana en nuestro medio. Terzaga lo cita en diálogo polémico a propósito de un diferendo que tiene que ver con la interpretación heideggeriana sobre el tema de la muerte en Rilke; concretamente Terzaga se refiere a los trabajos de Astrada Rilke y la muerte propia y “El clima de la filosofía existencial” (p. 95, 106 y 107). Este alto diálogo que pertenece a la historia y a la cultura de Córdoba está vivo y se reactualiza gracias al valioso trabajo de las editoriales universitarias.
Pablo Dema, Dpto. de Letras, FCH-UNRC