“Josefa” va al Mundial. Osvaldo Wehbe. Por Estefanía Romero.

Desde pequeño, Osvaldo Wehbe demostró grandes dotes para el periodismo deportivo, pero los caminos de la vida lo llevaron a convertirse en abogado. Hoy se lo considera uno de los mejores relatores de fútbol y cubrió los últimos once mundiales.

Por Estefanía Romero

 

Caminó durante tres días para lograr captar la atención de una chica que lo tenía loco de amor. Moría de ganas por decirle lo enamorado que estaba, hasta que finalmente llegó el momento. Ese día se disputaba el superclásico. Pero esta vez era especial porque lo televisaban en directo, cosa que no sucedía muy a menudo en el año 1975. Wehbe se decidió y le dijo:

—Te quiero.

Yo también te quiero —respondió ella.

Ambos se dieron la mano. Y él agregó:

—Me voy a ver el partido.

Y así, sin más, se fue. Gladys, su esposa, sabe mejor que nadie lo que implica tener un marido loco por el fútbol. Lo sabe porque desde el comienzo fue así. Diez años de noviazgo y más de treinta de casados la convencieron de que debía compartir a su hombre con sus dos grandes amores: la familia y el fútbol.

Osvaldo Wehbe, mejor conocido como “el Turco”, tiene 61 años. Está casado y tiene dos hijas que ama con locura: Camila y Florencia. Sabe que nunca fue un papá igual al resto. Según Camila, la mayor, era el único que no estaba los fines de semana. Ni hablar de lo complicado que era tenerlo en los eventos importantes, como fiestas de 15, comuniones o egresos. “Siempre estaba justo volviendo de viaje o tenía que canjear la transmisión por otra para poder estar con nosotras”, recuerda. A pesar de las idas y vueltas, de los viajes y de los fines de semana que pasó lejos de su hogar, siempre fue un papá presente. En todo momento contó con el apoyo de su familia. Ellas son y serán siempre un pilar fundamental en su vida. Y entienden su pasión por el periodismo deportivo.

Osvaldo Wehbe iba a recibirnos un miércoles de septiembre de 2018 en su departamento de la ciudad de Río Cuarto, Córdoba. Quedó confirmado en una primera comunicación telefónica. “Si les parece vengan a mi casa. Queda cómodo, es en el centro”, dijo en tono amable. Exactamente una hora más tarde el celular se iluminó y apareció su nombre en la pantalla.

—¡Hola! ¿Quién habla? —duda, no sabe si llamó al número correcto—. Soy el turco, el turco Wehbe. Me vas a tener que disculpar. Me olvidé que el miércoles tengo que transmitir un partido para la Copa Libertadores.

Se disculpa entre risas y afirma con seguridad que al día siguiente nos espera en su departamento.

—¿Hola? Suban al cuarto piso, ahí les abro —se escucha desde el portero eléctrico.

El ascensor sube y ahí está él. Abre la puerta del departamento. Lleva puesto un pantalón deportivo negro, una remera corta azul y un sweater cuyas mangas caen por sus hombros hasta volverse un nudo en el pecho. Unos lentes negros cuelgan de su cuello y una pulsera de hilo encerado de colores rojo y azul brilla en su mano derecha. Es del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.

—Pasen, pasen. Pónganse cómodos, siéntense donde quieran.

El departamento es amplio y a simple vista hay tres sillones. También una cantidad de portarretratos con fotografías de él y su familia y decenas de cuadros colgados en las paredes.  Hay cuadros que el propio Wehbe pintó y un compilado de fotos que reviven momentos de su carrera. Entre ellas, se destacan algunas con Maradona, varias transmitiendo en diferentes radios, una con el Papa Juan Pablo II y recuerdos de él jugando algún partido de fútbol.

Osvaldo Wehbe estudió Abogacía y es periodista por vocación. Inició su carrera en los medios mientras cursaba los últimos años de la carrera en la Facultad de Derecho, en Córdoba capital. Se prometió a sí mismo no vincularse con el periodismo hasta estar asentado en su carrera universitaria, porque en ese momento la profesión “no era una cosa tan sólida”. Al finalizar el tercer año, tomó coraje y se presentó en la corresponsalía de Radio Rivadavia, en la capital cordobesa: “Me dijeron que no les hacía falta nada. Pero igual insistí y uno de los chicos me dijo en broma: ‘Necesitamos una empleada doméstica’. Les dije que aceptaba y no se pudieron negar. Así que estuve durante cuatro meses limpiando el baño, pasando la esponjita”. Se ríe. Recuerda con nostalgia aquellos días en los que fue “Josefa, la encargada de la limpieza” de la radio. Pero algo cambia en su mirada y cuenta: “Un día debían ir a hacer una nota con dos norteamericanos que habían llegado a jugar al básquet a Instituto, pero ninguno sabía hablar inglés. Yo estaba ahí pasando el trapo y les comenté que era profesor de ese idioma, que estudié doce años. Me miraron y dijeron: ‘¿Te animás?’. Y… ¿cómo no me voy a animar? Tenía miedo, pero me puse mi mejor pullover y fui. Así arranqué”.

Wehbe se introdujo en el mundo del periodismo deportivo casi por casualidad. Fue algo de suerte, mucha iniciativa y la dicha de cruzarse con las personas correctas en el lugar indicado. No esperó que las oportunidades cayeran sobre él como gotas del cielo. Hoy recuerda con orgullo todas las veces que salió a golpear puertas en busca de una oportunidad. Agradece haber vivido todas aquellas experiencias que lo hicieron crecer, no solo como persona, sino como profesional del periodismo. Agradece, sí. Porque por más que lo vivido no siempre fue bueno, dejó huellas imborrables. Sabe que hoy es quien es gracias a esas vivencias: las buenas y las malas.

—¿El primer Mundial que cubrió como periodista fue en Argentina, en 1978?

—Sí, en medio de la dictadura militar.

—¿Tuvo alguna dificultad por ser periodista?

—Por hacer periodismo, no. A la dificultad la tenía por ser estudiante. No asociábamos mucho el fútbol con la política. Es más, cada vez que ganaba Argentina salíamos a la calle a festejar. Tomábamos conciencia de lo cruento que era cuando notábamos que alguien había desaparecido. Que no lo veíamos más y que algo le había pasado.

El recuerdo de lo vivido durante esos años lo perturba. Respira profundo y sigue:

—Mi primer relato en un Mundial fue en el ‘82, el día en el que Argentina se rindió en Malvinas. Mientras hablaba, por privado me decían: “No grites ni le pongas tanto entusiasmo. Estamos perdiendo la guerra”. Les pedí frenar la transmisión, pero no me dejaron.

—¿Cómo fue ese momento?

—Terrible. Relataba Brasil contra Rusia, en Sevilla. Yo decía: “Pelota afuera. Saque lateral por la Unión Soviética”. Y después se escuchó un comunicado del Ejército Argentino informando que en ese momento nuestras tropas se estaban rindiendo. Fue terrible —repite.

Osvaldo Wehbe es reconocido a lo largo y ancho del territorio argentino. Ha trabajado en las radios más conocidas del país y es considerado uno de los mejores relatores de fútbol. Pero hay algo en su vida que aún resulta enigmático para los que siguen la evolución de su carrera: cómo logró tanta popularidad desde su ciudad natal. Desde su querida Río Cuarto. Se lo han preguntado miles de veces, pero no encuentra la respuesta, no sabe por qué la siente tan propia. “Nunca me fui. Viajo a relatar y a mundiales, pero vuelvo. Siempre vuelvo”, reflexiona, y ni él logra comprender su elección.

Su primera experiencia en la ciudad fue en radio Río Cuarto, apenas terminó su carrera universitaria. Como jefe de Deportes, armó un equipo de trabajo con la gente que ya estaba en la emisora e hicieron un programa al estilo Radio Rivadavia. Su formato con tinte porteño fue un verdadero éxito en la ciudad. Pero el problema era que no tenían relator. Entonces Wehbe se ofreció. Era una tarea completamente desconocida y nunca había pensado en eso. Se imaginaba comentarista, como Víctor Brizuela, pero permitirse vivir una nueva experiencia le terminó abriendo caminos increíbles. El primer partido que relató fue Boca contra Peñarol, por la Copa Libertadores. El día posterior a su relato, uno de sus hermanos le dijo: “Transmitiste vos. Transmitiste muy mal, pero fuiste vos”.

Desde ese día su carrera no hizo más que crecer. Y aun hoy, después de casi cuarenta años de trayectoria, se pone nervioso antes de salir al aire. Siente un nudo en la panza, pero más que un problema, para el turco es una virtud. Es lo que mantiene “prendido el fuego”  en su interior. Y lo conserva con tanta fuerza que no piensa en retirarse. Por más intenso que sea su trabajo, no quiere dejarlo, aunque sí ha empezado a regular sus apariciones al aire para darle lugar a las nuevas generaciones de periodistas deportivos. “No quiero cansar”, admite apenado. No es lo único que lo hace sentirse triste: así como no sabe explicar el romance con su ciudad natal, tampoco entiende por qué no ha podido triunfar en ella. Le debe su carrera, en gran medida, a oportunidades que siempre llegaron desde otras ciudades.

“Río Cuarto no me ha dado ni regalado prácticamente nada. Al contrario, no ha sido muy amable conmigo. Y no hablo del ciudadano, porque la gente es fantástica, pero para el espectro dominante de la ciudad soy un bicho raro. Y con eso me refiero a todas aquellas personas que tienen poder de decisión, ya sea en los medios o en el Gobierno”, cuenta.

Osvaldo Wehbe es optimista. Lleva una vida relativamente tranquila, rodeado de amigos y familia. Utiliza sus momentos libres para agasajarlos con un asado, lo considera una terapia. Se divierte con su perro Brando mientras lo saca a pasear dos veces al día. Y aunque se encuentra rodeado de gente que ama, siempre piensa en aquellos que ya no están. Extraña muchísimo a sus padres y a sus dos hermanos. Afirma que se quedó solo para “bajar las escaleras de la vida”. Aún hoy piensa que debe llamarlos por teléfono, no se acostumbra a vivir con esas ausencias. Por eso agradece haber formado una familia hermosa con Gladys, la mujer de su vida. Que al igual que sus hijas, lo acompaña en todas y cada una de sus locuras.

Hoy mira hacia atrás y sabe que nada de lo vivido fue en vano. Que todo pasó porque así tenía que ser. Se da cuenta de algo importante: toda su vida estuvo listo para ser mucho más que un abogado penalista porque en sus venas corre sangre futbolera.

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Deslumbrado por el 10

Osvaldo Wehbe no oculta la admiración por su ídolo futbolístico, Diego Armando Maradona. Lo dice él y lo evidencian las fotos colgadas en las paredes de su departamento. Al hablar de Diego le brillan los ojos y se le pone la piel de gallina. Recuerda cada anécdota que vivió junto al Diez. Su trabajo le dio la oportunidad de tenerlo frente a frente, de charlar, abrazarlo y, por sobre todas las cosas, disfrutar de sus partidos en vivo y en directo. Lo ve como una especie de justiciero desde que marcó dos goles emblemáticos para cualquier obsesivo del fútbol: el Gol del Siglo y la Mano de Dios, en el partido de Argentina contra Inglaterra. Años después de la caída de las tropas argentinas en la guerra de Malvinas, esa herida seguía abierta. Y esos goles significaron mucho para los argentinos.

Maradona es su máximo ídolo futbolístico. Y si le piden que lo compare con Lionel Messi  la respuesta es simple: “Diego es, efectivamente, el más grande de todos los tiempos”. Si bien reconoce que ser contemporáneo de ambos jugadores es algo maravilloso, es capaz de fundamentar racionalmente su admiración por quien considera una verdadera leyenda futbolística. Afirma que “el 10” jugó en los equipos más inverosímiles y, aun así, los puso en competencia. Además de afirmar que Maradona es, a su modo de ver, el mejor líder dentro de la cancha.

“Para que se entienda: si hay una pelota allá —señala un extremo de la habitación— y Maradona le silba, la pelota viene. No sé si con Messi viene. Por ahí se mueve un poco, pero no —niega con la cabeza”.

—¿Alguna anécdota especial con Maradona?

—Estaba en radio Continental, con Víctor Hugo Morales. Cubrimos con Tony Pinto la previa de Argentina contra Italia, en el Mundial ‘90. Nos metimos al hotel Paraíso, en Nápoles, y dijimos que estábamos alojados. Minutos antes de salir al aire para el programa “Competencias”, se abrió la puerta del ascensor y salió Maradona con la camiseta argentina.

—¿Y qué hizo?

—Me quedé duro. Le dije que estábamos por empezar el programa con Víctor Hugo. “¿Y qué querés?”, me dijo. Le pedí que saludara al país, era el día antes del partido contra Italia. El tipo entró a la cabina, cerró la puerta y me abrazó. Yo dije: “Víctor Hugo, ¿Qué tal? Buenas tardes, esta nota es un milagro. Te escucha Diego Maradona”.

—Piel de gallina total.

—Sí, pero eso no es todo. Luego de la nota nos encontramos con un colega argentino, que nos ofreció tirar una colcha en el pasillo para que pasáramos la  noche. Estábamos yendo a la habitación, nos cruzamos con Diego y nos preguntó si estábamos parando ahí. Le explicamos la situación y se fue. Más tarde apareció el “Checho” Batista buscándonos con unas cajas en las manos. “A estas pizzas se las manda Diego, no le digan a nadie por favor”, nos dijo y se fue. Eso es Maradona.

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El vértigo del periodismo

-¿Qué es el periodismo?

-Es un trabajo maravilloso. Como yo le he ejercido, no tiene nada de monótono. Es cambiante día a día.

-¿Qué cualidades debe tener un buen periodista?

-Debe tener la subjetividad que toda persona tiene. Y objetividad a la hora de trasladar esa subjetividad.

-¿Quién es su referente en la profesión?

-Muchos. De antes, Víctor Brizuela y de hoy, Víctor Hugo Morales.

-¿Cómo fue su primera experiencia en periodismo?

-Creo que periodismo hice siempre, porque cuando era chico jugaba a los soldaditos y transmitía partidos. O cuando venía algún equipo de Buenos Aires, iba con un grabador e inventaba un nombre. Recuerdo que era “Radio Río Tancacha”.

-Si no fuera periodista, ¿qué le hubiera gustado ser?

-Soy abogado y ejercí el derecho penal durante varios años.  Me gustaba mucho.

-¿Cuál fue su cobertura periodística más importante?

-No es fácil. Pero no puedo despegarme de Maradona, entonces el Mundial ‘86, fue una maravilla. Estar en la cancha y presenciar los goles de Diego fue muy bonito.

-¿Cuál es su mayor virtud en la profesión?

-Soy muy zonzo para hablar de mí, pero creo que relato bien fútbol. En su momento salí de lo común, porque no me interesa contar solamente lo que pasa en el partido. Me gusta hablar de otras cosas.

-¿Cuál es su mayor defecto en la profesión?

-Posiblemente no haberme adaptado a la corrupción que hay en el fútbol. Seguir renegando de la AFA, la CONMEBOL y la FIFA.  Lo peor es haber tenido razón, me hubiera gustado no tenerla.

-¿El periodismo era mejor antes o ahora?

-Es igual, lo que ha cambiado es la exigencia del que lo recibe. Antes se exigía más.

-¿Qué consejo le daría a quien se inicia en la profesión?

-Que lea mucho, que vea cine. Que se ilustre. Y sobre todo, no se puede desconocer lo que pasó. Para saber quiénes somos tenemos que saber quiénes fuimos.